En los últimos años, el estilo Brutalista ha resurgido de forma inesperada en el diseño de interiores. Esto se debe a una profunda revalorización de la arquitectura brutalista, que también ha calado en las redes sociales. Plataformas como Instagram y Pinterest han desempeñado un papel crucial en el redescubrimiento de la belleza escultural y monumental de los edificios brutalistas: estructuras antaño despreciadas se han convertido en auténticos iconos de estilo. Este renovado interés también ha influido en el diseño de interiores, y muchos diseñadores contemporáneos se fijan en el Brutalismo para crear espacios que combinan el minimalismo con un énfasis en la belleza casi primitiva del material desnudo.
¿Qué es el brutalismo?
El término brutalismo nació alrededor de la década de 1950 en el Reino Unido. Deriva del francés béton brut, “hormigón visto“, o el uso del hormigón no sólo a nivel estructural sino también (no)decorativo, dejándolo desnudo, evitando cubrirlo con yeso o revestimientos.
El “noble padre” de este movimiento fue el gran arquitecto y diseñador francés Le Corbusier, quien fue el primero en explorar las posibilidades del hormigón armado en el sector de la vivienda.
arquitectura brutalista se desarrolló en el contexto de la reconstrucción de la posguerra y la Se produjo un boom demográfico paralelo que desembocó en una crisis inmobiliaria. Por tanto, era fundamental construir edificios económicos que fueran también duraderos y prácticos. Buscábamos una forma arquitectónica que fuera útil y accesible para todos, libre de aquellos elementos decorativos innecesarios que pudieran ralentizar o complicar la construcción. Sin lujos, más funcionalidad.
En sus intenciones originales, la arquitectura brutalista también estaba impregnada de una visión profundamente utópica. Sus impulsores, especialmente en la posguerra, imaginaron una arquitectura capaz de mejorar la vida de las personas a través de edificios sólidos, funcionales y democráticos. Las grandes estructuras de hormigón armado, con amplias zonas comunes, tenían como objetivo fomentar la socialización y crear comunidades cohesionadas, ofreciendo soluciones habitacionales para las masas. Sin embargo, este impulso utópico ha chocado en muchos casos con la realidad. Con el tiempo, muchas de las áreas urbanas brutalistas se han transformado en espacios degradados, percibidos como alienantes, fríos y difíciles de mantener. La falta de atención a los detalles estéticos, sumada a los problemas de gestión y mantenimiento, ha transformado muchos de estos lugares en símbolos de abandono y pobreza.
Un estilo polarizador
En arquitectura, el brutalismo es amado u odiado. Difícilmente te deja indiferente. En el interiorismo esta “polarización” está un poco más atenuada, y este estilo sigue conquistando a quienes buscan una estética fuerte, auténtica y sin concesiones.
Ciertamente es una estética que no para todos, pero para aquellos que logran comprender su profundidad, el brutalismo representa una forma de experimentar el espacio con una claridad y fuerza que pocas otras tendencias son capaces de transmitir.
El estilo Brutalista en el diseño de interiores
En el diseño de interiores, el Brutalismo sigue una estética que combina la simplicidad estructural con cierta agresividad. Las estancias se caracterizan por espacios abiertos, líneas nítidas y superficies desnudas, donde los materiales se celebran en su forma más pura.
Materias primas y auténticas
El hormigón es sin duda el protagonista indiscutible de este estilo. Encuentra aplicación no sólo en estructuras, sino también en elementos de decoración. Las paredes que se dejan en bruto, las mesas de hormigón y de café y los suelos sin terminar crean un ambiente esencial, libre de florituras, pero fascinante.
El acero, el vidrio y la madera también son materiales habituales, que a menudo se utilizan sin intentar ocultar su verdadera naturaleza..
La belleza del brutalismo reside precisamente en mostrar la honestidad de los materiales, que se convierten en protagonistas del entorno.
Una paleta de colores minimalista
Al igual que los materiales se presentan en sus formas y superficies desnudas, los colores se reducen al hueso.
Encontramos, por supuesto, la gama de grises hormigón, y luego antracita, gris paloma y blancos “sucios”, tanto fríos como cálidos.
Todo ello enriquecido con acentos demadera natural, vidrio y metal. Para diluir la monocromía y dar vitalidad o calidez a los espacios, se pueden utilizar otros colores:
- neutros cálidos como el terracota y el beige;
- polvorientos, verdes claros y oscuros, desde salvia hasta verde oliva;
- azules profundos pero no muy saturados.
Para animar aún más los espacios, no están “prohibidos” los toques de colores más vivos (¡pero sin exagerar!).
Muebles y (pocos) accesorios
Siguiendo este espíritu antidecorativo, incluso los elementos utilizados en el mobiliario serán sólo los estrictamente necesarios, sin concesiones a lo superfluo.
Se favorecen las formas simples, los volúmenes geométricos y las piezas con presencia escultórica. Los sofás y sillones tienden a tener contornos rígidos y cuadrados, mientras que las mesas y sillas suelen estar hechas de materiales sólidos y lineales.
Los muebles están hechos de madera oscura, acero cepillado o incluso hormigón.
Todo (o casi todo) debe ser funcional pero puedes permitirte cierta libertad, siempre con el fin de hacer el ambiente más humano y acogedor, por ejemplo asientos de mimbre o ratán. En cuanto a los accesorios, su número será limitado, pero aún pueden ser una oportunidad para jugar con el contraste entre materiales rígidos y blandos. Un consejo más para darle un toque extra de vida a los espacios: el uso de plantas.